domingo, 23 de septiembre de 2012

PARED, nuestra.


En la esquina de Gabriela Mistral y Huelguera, en el barrio de la ciudad autómata de Buenos Aires de Villa Pueyrredón, puede leerse en el frente de una humilde morada (escrito con humilde aerosol negro) la frase: “son gente de mierda”, acompañado dicho slogan de una flecha que indica la puerta del hogar. Las fuerzas del orden dirán que eso es un skrache, otros que es libertad de opinión y que los paredones son la prensa del pueblo, el dueño de casa no brindará su pensamiento pues no lo borrará ni lo borra, ¿será gente de mierda de veraz?
Años atrás asistí a un manifestación que llegaba a la puerta de la casa del terriblemente hijo de mil putas de Videla (¿para qué sirven las puteadas sino?), en ella se arrojó pintura roja a su sexto piso de la piola avenida Cabildo, una manera de hacer visible, con esa pintura, algo de la sangre que hizo correr durante sus años de reordenamiento nacional. Cantamos, insultamos, nos fuimos.
Un mítico stencil ya, reza en la entrada de una casa, del mal llamado por estos dos mil como Palermo Sojo, “en esta casa escuchan Lerner”. Los miembros de esa residencia evidentemente oyen las melodías de aquel pianista, sino ¿por qué verga van a dejar eso escrito allí tantos años?
Sobre la calle Moreno intersección Bonifacini parada del 169 en el territorio separatista conurbanense de San Martín, encontramos una columna que habla: “vive de tus padres hasta que tus hijos te puedan mantener”. Mmm... deja pensando, ¿no? ¿Quién lo escribió? ¿El padre, el hijo o un bienpensado? Pensalo...bien...mal...pensalo...pienso.
Ejemplos nomás, de un arte genuino, genial, la expresión popular. No carta de lectores a La Nación, no blogueros K, no tuiter, no fanzineanarkopunk, no nota del editor al lector de Clarín. Un lápiz, un crayón (que buenas las plastipinturitas!), un marcador, haciendo de las suyas, de las nuestras, de las tuyas, en una pared, en el espacio público.
No falta expresión, faltan paredes y hojas como eSta.

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